Hablar de incendios forestales es
ponerse uno de mala leche, y más cuando escucha o lee las declaraciones de
algunos irresponsables políticos, que todo hay que decirlo, estaría mejor con una patata en la boca que
no les dejara a pena gutural.
A principios
de agosto sonaban las campanas por doquier, “este año los incendios forestales
han descendido cerca de un 80 %”, ¡¡somos geniales!!, -eso se creían-. Pero en
agosto se ha disparado la cerilla y la superficie que han quemado –porque el
monte no se quema, lo queman-, ha aumentado un 20% más, y como no, en Galicia.
Hemos de
reconocer que muchos de los incendios producidos, se han apagado con prontitud,
y detenidos a sus autores. Estos casos son aquellos producidos por imprudencias
o por elementos descerebrados, que no se les ocurre otra cosa que trabajar con
radiales o cosechadoras en las horas de más calor y al lado de material
altamente inflamable. Estos incendios se podrían haber evitado con unas simples
normas o legislación al respecto, pero
eso es mucho pedir, pues todo hay que decirlo, estos “legisladores” que
tenemos, están más preocupados en otras cosas que en preservar esa España que
dicen tanto aman, y que como sigan al ritmo que llevan de tanto amor van ha
hacer de ella un estercolero.
Pongamos un
solo ejemplo: La mayoría de los incendios que se han producido en Guadalajara
se han debido a la utilización de maquinaria agrícola en horas inadecuadas y a
no prever un sistema de riego, cuando con una simple motobomba que acompañe
esas labores se podrían haber evitados. No cuesta tanto y además crea puestos
de trabajo.
No digamos ya
de los que se producen en las obras de esas "casuchas" que pululan por doquier,
urbanizaciones dispersas las llaman. Creo que en estas latitudes los núcleos
compactos son lo ideales, por muchos motivos, entre otros la seguridad de las
personas, y porque en la lucha contra el fuego (ya que estas casuchas se
edifican en pleno monte), sería más efectivo combatirlo sin tener que dividir
efectivos para proteger esas chabolas aisladas. Topamos de nuevo con los
políticos de poco monte, que conceden permisos para edificar en cualquier lugar
sin tener en cuenta las consecuencias.
Si este tipo
de incendios, así como en los producidos por imprudencias, se aclaran
enseguida, más difícil es averiguar los intencionado, aunque de unos años hacia
aquí, el número de detenidos ha aumentado. Aún queda mucho por hacer, y por lo
que se ve este gobierno, y el otro, no están mucho por esa labor. El Ministro
de Justicia, un tal Gallardón, va a modificar el Código Penal, pero va a
modificarlo para atar más las manos de aquellas personas que quieren hacer valer
sus derechos, eso sí, los Artículos 352, 353, y 354, no se tocan, artículos
todos referente a incendios forestales. Es decir, que quemar el monte va a
seguir costando igual de barato. ¡Manda huevos!
Y ya por
último, son las frasecitas hechas que como un mantra se repiten una y otra vez,
hasta con la patata en la boca, llegando ser cansinas, estilo: “El monte está
sucio”, “El fuego se apaga en invierno”, “Las altas temperaturas producen
riesgo de incendios”, etc., excusas en muchos casos para curarse en salud.
No vamos a
explicar, como si esto fuera “Barrio Sésamo”, lo que es sucio y limpio,
invierno y verano, y que el calor por sí mismo no prenda nada. El monte lo queman,
y un político decente y con gallardía sabría como atajar este problema, pero
por desgracia en este país los políticos no tienen nada de eso, más bien son
estercoleristas.
Roble.
Pero dejadme, que yo prefiero, la hoguera, la hoguera. La
Hoguera tienen, que sé yo...
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