Los sabios a
igual que hicieron con las estrellas, que juntándolas a modo de juego infantil
dibujaron constelaciones, crearon el Sistema Central aglutinando sierras
portuguesas con sierras casi sorianas. El dibujo que les quedó es harto bonito
que si fuera hecho de estrellas diríamos que es el gusano volador, el dragón,
pues así queda dibujado en los mapas. Con los pies en la oscura y lejana Serra
da Estela, ondulando el cuerpo para arriba para abajo hasta llegar a su cabeza,
abriendo sus quijadas que sería la Sierra de la Pela y la Sierra del Alto Rey.
Incluso parece que quiere morder a la otra constelación de sierras estas ya con
nombre Ibérica, escondite de los últimos celtíberos. Pero eso es otra historia.
Y justo si fuera la lengua larga, el Río Pelagallinas, de frías y mágicas
aguas.
La Sierra de
la Pela parece que no es Sistema Central. Es rara, no hay ese pino silvestre
(Pinus sylvestris) ,que su corteza anaranjea en lo alto y que señorea a lo
vertical toda la llaneza del Río Pelagallinas y que es marca de la casa de las
otras vecinas sierras, que son conocidas, allá dígase Guadarrama, Ayllón. Es
rara porque ni es graníto ni es gneiss (adivina adivinanza, qué es). Su rostro
es más solar, más abierto y hace extrañas formas las piedras, y crea barrancos
de extremada sonoridad silenciosa. Sus ríos, sus arroyos, los que abren esos
huecos para ecos del silencio, son extremadamente cautos y tímidos, no se dejan
ver. Ahí crece la sabina (Juniperus thurifera), la que pincha cuando
acariciamos sus ramillas a contra pelo, pero medra en tan poca abundancia que
uno puede ir jugando con las niñas a encontrarla. Porque si tenemos que hablar
de vegetación, sería la encina (Quercus rotudinfolia )que crece, más chaparro
carrasqueño que arbóreo, más aislada que bosque, porque aquí, el enebro y las
plantas bajas, las humildes y duras son las que marcan la esencia de la casa.
Por tanto, otros sabios reclaman para el Sistema Ibérico esta humilde, que se
conserva bien para su edad, Sierra de la Pela.
El Pelagallinas |
Es un
espacio protegido, humilde también porque protege algo que no es famoso que
estéticamente es agradable pero no resultón. A tenor de lo que uno lee de los
sabios, este río Pelagallinas antes de atravesar los parajes de la Cueva del
Oso, posee como si fuera un manto de rey, turberas a sus ambos lados, o que atraviesa
por el medio a las turberas, en esto no me podría definir. Así uno lee que son
prados hidroturbosos y cervunales con turberas, tremedales o paulares. Uno debe
salirse de la ancha pista forestal que lleva, orilla derecha, aguas abajo, y
acercarse al río para tener esa sensación de que algo se mueve bajo nuestros
pies, pues así es la sensación. Si uno se agacha, verá una mezcolanza de
líquenes, musgos, aguas, tierras, ciperaceas, todo un universo, y con
paciencia, con el pie a estas alturas metido en el barro, verá a la peligrosa
Drosera, la planta carnívora y con suerte la verá con la boca cerrada. Todo un
universo complicado de agujeros negros, supernovas, etc... para crear esta
minúscula cosa.
El otoño es
una época para andar sin preocupaciones por el monte. El camino que acompaña a
nuestro ya amigo Pelagallinas, aguas al encuentro del Bornova, es suave, a la
sombra de los pinos silvestres que anarajean a lo alto, se irán viendo algún
buitre volar, y nos conducirá hacia el gran hueco que se abre cuando el río
contornea la Sierra del Alto Rey por su norte. Es la Cueva del Oso, un lugar
agradable que parece a lo lejos un ojo que te observa. Los excursionistas
gustarán más a estas alturas del año, el amarilleo de hayas, melojos, serbales y toda especie caducifolia y el hacer
ruido al pisar las hojas secas. Pero existe otro otoño, tal vez más secreto
entre las encinas, sabinas, pinos y demás ortodoxos entre los árboles.Turdus torquata o mirlo capiblanco |
Soy una gramera, gracias Raúl por tu descripción del entorno visitado con poquita imaginación uno puede ir de excursión Saludos a todos los grameros Jesusa
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