domingo, 14 de junio de 2015

Paseo por el Lozoya: ¡Queremos unos ríos vivos!

El río Lozoya es el río con más presas de toda la región. El 60% de su cuenca se haya regulada por cinco grandes presas (Pinilla, Riosequillo, Puentes Viejas, Villar y Atazar) que constituyen la mayor reserva de agua para abastecimiento de la Comunidad de Madrid (el 63% de total). Casi en la confluencia con el Jarama, se alza, imponente, el muro de la presa del Pontón de la Oliva, monumento hidraúlico símbolo del Canal de Isabel II.Allí hemos querido expresar nuestro rechazo a la gestión hídrológica que opera en Madrid y que deja sin caudales ecológicos a nuestros ríos. Porque queremos unos ríos vivos... ¡y con agua para la vida!

Es 13 de junio y el júbilo se desata en muchos municipios por el cambio de aires políticos. Pero los aires de la política hidraúlica siguen oliendo a rancio o se camuflan con naftalina. Según la normativa de aguas deberían establecerse caudales ecológicos para garantizar el buen estado de los ecosistemas fluviales... pero por alguna razón ni la Confederación del Tajo ni el Canal de Isabel II lo están haciendo. Los organizadores del acto de la mañana (los cinco pesados de siempre: ARBA, El Soto, Ecologistas en Acción, GRAMA y Jarama Vivo) nos recuerdan que es recurrente que se desequen kilómetros y kilómetros de ríos porque no se fijan caudales ecológicos. Los chavales se han entretenido dando color a la mañana y haciendo saber a los que por allí pasan que ya está bien.
Simón, instruyendo al personal

Tras pasar la presa del Pontón alguien pregunta la razón de la existencia del muro, ya que no retiene nada de agua. Se explica allí que los ingenieros de caminos de este país han ejemplarizado "sus grandes dotes de sabiduría" en la cuenca del Lozoya. El Pontón, tras cinco años de construcción (1851-1856), utilizando mano de obra carcelaria con 1500 prisioneros de las guerras carlistas, no podía cumplir con su cometido, debido a las filtraciones que se producían y, especialmente en el estiaje, no podía trasvasarse agua para la capital. Hubo entonces que hacer la presa de Navarejos, 6 kilómetros arriba. Pero la sabiduría ingenieril no se dio cuenta que las aguas procedentes de los arroyos cercanos colmataban demasiado rápido la presa y que además transportaban aguas cargadas de sedimentos que hacían poco bebible lo que se canalizaba a Madrid.

Tras el Pontón de la Oliva
La construcción de la presa del Villar hizo que estos problemas fuesen más llevaderos, pero el gasto económico en limpieza de la presa de Navarejos hizo necesario la construcción de otra presa, dos kilómetros arriba de la de Navarejos: la presa de la Parra, un par de kilómetros más arriba.

Pero aquí no terminó el gasto de dinero público en hormigón hidraúlico en el Lozoya. En 1965 se decide realizar la gran obra del Atazar, el principal reservorio de agua para Madrid, la obra que daría solución a la "pertinaz sequía". Las obras se alargaron más de lo pensado; problemas aquí y problemas allá (inestabilidad geotécnica, una cosa de nada) hicieron que el presupuesto inicial de 1.000 millones de pesetas de la época se multiplicara por 5 (si ahora hay mordidas y corruptelas, no podemos imaginar lo que se movería en la dictadura). Pero ahí no acaba todo. Tras acabar la presa en 1972 y ser llenada... fisura en el muro. La presa no podía llenarse más del 80% por peligro a que aquello petara. Pero unas fuertes lluvias en 1978 hacen que eso se llene, que tiemble por todos lados y que la fisura se agrande. Resultado: mayor inversión económica en la presita. Actualmente el Atazar no puede llenarse, por seguridad, por encima de los últimos 13 metros de su cota de coronación.

Sauceda del bajo Lozoya
El río en sus últimos kilómetros baja ajeno a esta triste historia. La vegetación de ribera se ha recuperado en los últimos veinte años de una forma espectacular. Fresnos, chopos, alisos y sauces invaden toda la ribera por la que penetra el agua limpia y fría del Lozoya. Una trucha salva(g)e intenta remontar la presa de la Parra, pero no puede porque no hay escala para peces.

En las laderas del estrecho y empinado valle crecen quejigales y enebrales que reclaman el sitio que les corresponden en laderas antaño abusadas por el pastoreo y el carboneo. Un buitre ha decidido ocupar el rocado rocoso allá donde no puede ser molestada por la masificación escaladora. El viejo topo ha sido deshauciado por las lluvias recientes.

Las gargantas sedientes buscan el bar; los ojos, llenos de verdor ripario, buscan la pancarta que unos operarios al servicio del Canal han retirado sin escrúpulo ambiental. No queda otra que brindar por conseguir unos ríos vivos, con agua para la vida... Nuestros ojos llegarán a verlo. Seguro.


Dando color a la protesta

Camino de conseguir unos ríos vivos

Presa de Navarejos

Allá en lo alto...

Así se ha quedado al saber la historia de las presas del Lozoya...

Valle bajo del Lozoya


El topo, damnificado de las tormentas
Señalando el camino a seguir

Saucedas del Lozoya

Presa de La Parra

En el bar, descansando tras la dura jornada


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