domingo, 6 de mayo de 2018

Por la senda de Valmores, Nuevo Baztán


Sábado 5 de mayo. Varios colectivos ecologistas han conseguido juntar seis decenas de almas (buenas y malas) en la plaza de Nuevo Baztán para reclamar que el valle del Tajuña sea declarado Parque Regional. Los hay de ARBA, los hay de GRAMA, los hay de Ecologistas en Acción, los hay de Perales del Tajuña, los hay de Tagonius, los hay de la Asamblea en Defensa del Tajo de Aranjuez, lxs hay del Movimiento Ibérico Antinuclear y los hay de aquí y de allá. No importa de dónde seamos, solo importa a dónde vamos.

Tras algunos titubeos para salir del pueblo (claro es una localidad enorme y es complicado orientarse), damos con la senda buena. Unos comentan de plantas, otras de aves...; la mayoría de lo bonito que está todo, del verde espectacular que llena el paisaje y de la fortuna que tenemos de habernos juntado allí.

Enrique Luengo nos explica el pasado geológico del valle. Usa esas palabras que sólo los entendidos conocen. Pero Enrique sabe hacer malabares para que el resto de los mortales lo entendamos. Parece ser que mucho antes de que Cristo perdiera el mechero, aquéllo era una cuenca endorreica. El pliegue de las placas hacía que se fuesen formando cadenas montañosas que iban aportando materiales en la gran fosa cerrada del centro de la península. Muchos materiales se fueron depositando en el terreno. Eso en cientos de miles de años (más o menos). Luego, la península ibérica se balanceó hacia el oeste y la cuenca drenó hacia el Atlántico... y poco a poco, con paciencia, fue convirtiéndose en lo que hoy vemos: valles formados por quejigales en la umbría y en los fondos y por encinares en lo demás; y una biodiversidad vegetal que ni de lejos la tienen en la sierra del Guadarrama y adyacentes. En fin, según resumió una que iba por allí, "un flipe la movida natural del Tajuña".
Enrique nos explica la movida geo-botánica del lugar
La senda se iba abriendo entre cultivos, encinas y quejigos. Junto al arroyo de La Vega el grupo se escindió. Una parte tiró para ver los restos de la antigua ermita de Valmores; otros tiraron al bar del pueblo; otra parte se quedó sesteando; y una cuarta parte, más elitista, se tiraron para ver unos plantuchos en latín.
Restos de la ermita del Valmores
Hizo calor, más del que pensábamos. Pero no solo por eso, el día terminó donde suelen terminar estas cosas: en el bar del pueblo, comentando próximas batallas por aquí y por allí y haciendo promesas de que esto del Tajuña lo vamos a conseguir.
En el bar, las mentes más preclaras del ecologismo euroasiático



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