lunes, 29 de julio de 2013

Sorprendentemente las zonas inundables... se inundan

Una de las presiones que con insistencia presentan los ríos madrileños son las defensas artificiales que de forma legal o ilegal (-consentida) se han levantado en sus orillas en las últimas décadas. Escolleras, gaviones, motas de tierra (escombros en muchos casos)... construidos y/o fomentados por las administraciones públicas para "defender" intereses particulares que se han asentado en lo que un día fue patrimonio del río. Es paradójico que se promueva desde las instituciones públicas con insistencia machacona la protección de terrenos robados del patrimonio público.

La explicación puede estar en motivos electoralistas de quienes gestionan lo público que secularmente se han plegado a las presiones de importantes grupos de poder con intereses en las riberas (agricultores por ejemplo); o quizás también en las importantes sumas de dinero que mueve la "restauración" y "limpieza" de las riberas en empresas de ingeniería (¡y quién sabe si no también entre políticos y cargos de la administración!); y seguramente también en que es más rentable económicamente tener una zona inundable edificada que no a la espera de la siguiente avenida pasado un lustro...

Y de estas pajas, estos lodos. Los ríos reclaman lo que es suyo. No se atienen a consideraciones ingenieriles ni a criterios urbanísticos. Y lo hacen por las bravas. Ocupando donde estuvo una vez... inundando. Creando muchas veces miseria en víctimas de la fiebre especuladora del territorio, víctimas de la codicia económica y de la ignorancia. 

Al río, lo que es del río. 

Pegamos un artículo que muestran mucho mejor estos pensamientos nuestros...

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Sorprendentemente las zonas inundables... se inundan

Artículo elaborado por Pedro Brufao, Leandro del Moral, Askoa Ibisate, Narcís Prat y Andrés Ollero, profesores respectivamente de las Universidades de Extremadura, Sevilla, País Vasco, Barcelona y Zaragoza.
Aparecido en El Mundo, el 26/07/2013. http://www.elmundo.es/elmundo/2013/07/25/natura/1374753983.html

Las inundaciones en los Pirineos han vuelto a sacar a la luz pública las consecuencias del mal uso del territorio y de la falta de respeto a las zonas inundables, cuyos daños hemos podido apreciar una vez más. Las imágenes de sus efectos nos muestran que el río vuelve a esgrimir sus escrituras y recuperar así el territorio que le es propio, algo que nos recuerda con qué facilidad podríamos lamentar otro Biescas u otro Badajoz.
Lejos de felicitarnos por los múltiples beneficios que nos aportan las espectaculares crecidas de nuestros ríos pirenaicos, como la recarga de acuíferos y la regeneración natural de la cuenca, la opinión pública mayoritaria, parte de los medios de comunicación y muchos responsables públicos se dedican a echarle la culpa a la naturaleza. Es la posición típica y frecuente de los que no quieren reconocer sus errores y de los que quieren seguir obteniendo beneficios de la especulación sobre territorios en riesgo permanente.
Los ríos pirenaicos han vuelto a hablar muy claro, como lo hicieron en octubre del año pasado. Han vuelto a dibujar sus límites y a imponer su lógica natural, a demostrar la inutilidad de tantos encauzamientos, de tantas escolleras, de tantas limpiezas y dragados, que además agravan las consecuencias de las inundaciones periódicas, pues al estrecharse el cauce artificialmente, el agua con las rocas y sedimentos sale con mucha más fuerza cuando se termina la "rectificación" del cauce, mientras que debido a las motas y escolleras se impide que el agua retorne al cauce principal y al comprimir el flujo y al aumentar la presión del agua esta se inyecta en el subsuelo haciendo que las aguas subterráneas afloren a mucha distancia del río, inundando paradójicamente terrenos fuera de la zona inundable.
Por otra parte, las presas de laminación de avenidas no sirven para los grandes períodos de crecidas y dan una falsa sensación de seguridad que incita a seguir construyendo en zonas inundables, como hemos visto de nuevo en la cuenca del Guadiana este invierno, repleta de enormes embalses. Los embalses, al laminar las avenidas ordinarias reducen artificialmente el territorio fluvial, lo que agrava la inundación cuando vuelven las lluvias intensas.

Cada vez con más frecuencia

No hay duda científica alguna sobre las causas y los efectos agravados de las inundaciones, difundida desde las Universidades y entidades ciudadanas como la Fundación Nueva Cultura del Agua y Ríos con Vida.
Sin embargo, ante esta evidencia se pide insistentemente que se "limpie" el río y por la vía de urgencia. Por limpiar no se entiende librar de basura y contaminación un río, sino arrasarlo mediante el ensanchamiento del cauce y la construcción de escolleras, tapándose los ojos ante el hecho objetivo de que el aporte de sedimentos hará inútil tal dispendio de fondos públicos, derroche que se agrava por emplear la contratación por la vía extraordinaria y urgente para sucesos perfectamente estudiados y propios del clima y la geografía del lugar, que como consecuencia del cambio climático tenderán a repetirse con mayor frecuencia.
Al igual que ocurre con las sequías, en España se tratan las crecidas naturales de los ríos, propias e intrínsecas de un territorio, comosucesos extraordinarios que necesitan una respuesta urgente, sinónimo de falta de control en su licitación, y que nos sale muy cara.
El Consorcio de Compensación de Seguros y el Consejo de Estado tratan también de forma extraordinaria estos fenómenos recurrentes y ordinarios, lo cual no deja de ser un modo de subvencionar con el dinero de todos el frecuentemente pésimo urbanismo de las últimas décadas, que ha ocupado las zonas inundables con viviendas, naves industriales, carreteras, vías de ferrocarril, cámpings o aeropuertos, llegando incluso a cubrir los ríos, convirtiéndolos en alcantarillas para edificar encima. Hablando de subvenciones, el vertiginoso aumento de la superficie del olivar en la cuenca del Guadalquivir a golpe de subsidio de la UE agrava la importante erosión que ya padece esta cuenca y las inundaciones de Córdoba, Jaén y Sevilla, aportando cada año millones de toneladas de suelo fértil a un río que ha perdido sus funciones ecológicas más elementales.

En contra de la Unión Europea

El urbanismo sin control y la inutilidad y despilfarro que estas obras suponen vulneran la normativa vigente. La UE ha constatado esta realidad y apuesta por la gestión del territorio fluvial sin recurrir por sistema a tales obras de dragado y encauzamiento. Tanto la Directiva de Inundaciones como los documentos de la Comisión Europea abogan por el respeto del territorio fluvial, librándolo de construcciones en la medida de lo posible, lo que reducirá los efectos perniciosos de las inundaciones.
Las últimas reformas en la legislación del suelo nacional no han impedido que la avalancha del ladrillo siga produciendo sus efectos, como afirma el Defensor del Pueblo en un conocido informe sobre agua y territorio. A pesar de todo, contamos con muy buenas experiencias en Guipúzcoa, donde se han eliminado decenas de azudes que subían la lámina de agua y se han alzado puentes que constreñían el cauce, formando auténticos embudos, mientras que en la cuenca del Duero, en el Órbigo y el Tormes entre otros ríos, se han eliminado y alejado del cauce motas y escolleras y su nuevo plan de cuenca recoge algunas medidas querompen con el obsoleto modelo tradicional, algo que también se ha hecho de modo incipiente en la cuenca del Ebro.

Asunto de competencias urbanísticas

También son de destacar las recientes sentencias del Tribunal Supremo que libran de la urbanización a la sevillana Dehesa de Tablada por su carácter inundable, donde se querían levantar veinte mil viviendas o su sentencia sobre la zona inundable de Perales de Tajuña (Madrid). Esto contrasta con casos como los del barrio pamplonica de Rochapea, sito en plena llanura de inundación del Arga, la urbanización de las vegas inundables de Martorell (Barcelona), el aeródromo de Caldas de Reyes (Pontevedra), las vegas del Guadarrama (Madrid), el río Rato de Lugo o el aeropuerto de Córdoba. Ejemplos así hay miles.
La visión esperpéntica y deformada de quienes han de gestionar las cuencas quizás convenga económicamente a algunos, bien conectados con los organismos de cuenca y con los departamentos de obras públicas y urbanismo, y puede que suponga un efecto placebo a corto plazo para parte de la opinión pública, pero se le hace así un flaco favor al interés general, a la vida y a las propiedades de los ciudadanos, que aunque no lo sepan viven y trabajan en zonas de riesgo.
El respeto a las competencias urbanísticas y territoriales de las Comunidades Autónomas y Entes Locales no conlleva hacer la vista gorda ante esta situación y huir hacia ninguna parte; para este extraño viaje sobran enrevesados conflictos competenciales que tratan de esconder la incompetencia y la debilidad de carácter, a la vez que se echa en falta una atenta coordinación administrativa, la adopción de las medidas cautelares necesarias y la ejecución de las sentencias, haciendo caso de una vez a los estudios científicos y dotándose de una buena dosis de sentido común: Las zonas inundables… ¡se inundan!
Los ríos nos han enseñado de nuevo dónde nunca debemos construir. ¿Aprenderemos de aquí en adelante? ¿Los responsables de gestionar el territorio serán capaces por fin de renunciar a peligrosos desarrollos urbanísticos y abordarán de una vez para siempre una planificación del espacio adaptada al riesgo y fundamentada en el principio de precaución?.


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